Cómo enfrentaban los desastres naturales los antiguos talareños
Escribe para Talara, mi orgullo el historiador Efraín Trelles.
Hay golpes que tienen la virtud de despertar la memoria y ponernos de cara a un nuevo estado de conciencia. No termina aún la serie de lluvias, inundaciones y huaicos, queda claro que la intensidad con la que estamos padeciendo esta recurrente realidad ha hecho carne en todos. Va a contribuir a cambiar muchos criterios de seguridad y, ojalá también, a generar un nuevo estado de conciencia en la población. Vivimos en una zona de desastre, no podemos permitir que cada cierta cantidad de años venga el huayco y se lo lleve todo.
Rehabilitar los servicios y vías es una tarea urgente que tomará tiempo y dinero. Pero debemos entender que prevenir es otra cosa. Habrá que rediseñar las ciudades y dotarlas de un sistema de desahogo pluvial y apelar a medidas de otro orden, acaso apoyados en la consistencia de nuestro propio pasado. Nuestros antepasados remotos eran, técnica y socialmente hablando, bastante más eficientes que nosotros al momento de afrontar los huaycos y desbordes, y sus enseñanzas de antaño son aplicables hoy, como veremos más adelante.
De momento los invito a concentrarnos en ese golpe de memoria larga que ha despertado la oleada de huaicos. Expertos en ingeniería hidráulica de la talla de Arturo Rocha Felices han sostenido con razón que ninguna ciudad se ubica tan cerca del peligro como Piura. Su río tiene antecedentes.
Historia
Hay reportes que indican que en 1728 el desborde del río arrasó Sechura. En 1871 registró un cambio de curso. En 1891 destruyó el antiguo puente, se desbordó en 1929, destruyó el malecón en 1983. Y en 1998 tumbó dos puentes, además de ocasionar otros daños de consideración.
En Talara todavía se guarda memoria de lo que fueron las lluvias e inundaciones de 1925 y 1926, dos años consecutivos que trajeron consigo muchos problemas para la población. Según los expertos, se trató de dos fenómenos naturales diferentes. Solo la oleada de 1926 sería atribuible al fenómeno de El Niño. Pero para los talareños de entonces no hubo diferencia entre un año y el otro, solamente destrucción sobre destrucción. Y ellos supieron salir adelante, tal como lo lograremos nosotros también.
El diluvio de 1926
Al brindar por el Año Nuevo de 1926, todos en Talara deseaban de corazón que no trajese la carga de desbordes e inundaciones del año viejo. Sin embargo la ilusión duró poco. La pesadilla volvió a instalarse el 19 de enero. Ese día empezó a llover en Talara. Era una lluvia que caía con intensidad y de manera continua, mejor dicho, interminable. Y las consecuencias fueron inevitables. La interrupción de los caminos produjo la escasez de víveres.
Las cosas se complicaron más todavía en Talara, Negritos y Paita, donde se sufrió la falta de agua potable porque las estaciones de bombeo del Chira habían quedado destruidas por completo. Cayó tanta agua, que por los siguientes tres años se pudo cultivar arroz en Paita. Y pronto aparecieron el paludismo, disentería, beri beri y otras enfermedades tropicales que cobraron un buen número de víctimas.
Los caídos fueron muchos. La carencia de agua potable y alimentos en todo Talara puso al extremo a toda la población. Las enfermedades tropicales brotaron sin que hubiera en Talara una red sanitaria capaz de tomar medidas de prevención.
Pero nadie se rindió, nadie bajó los brazos, porque la estirpe talareña se compone de fibra sólida. Y ahora mismo, talareños, en esta hora de aturdimiento, las viejas y ancestrales técnicas de prevención de nuestros ancestros nos podrían ayudar bastante.
Experiencia prehispánica
En lo que toca a prevención prehispánica en el llano, el entorno más afín a Talara, nuestros ancestros controlaban la crecida desde la naciente del río. Apenas el caudal rebasaba un indicador se abría un ramal, un brazo de río. Y en caso fuera preciso se podía repetir la maniobra en dos o tres tramos diferentes del curso.
Antaño, semejante labor era llevada a cabo de manera festiva y el agua así desviada podía incluso servir para irrigar parcelas estacionales. Ahí está el mensaje de nuestros ancestros, talareños. Ojalá afrontemos la prevención de manera más eficaz.