Miguel Grau y sus planes petroleros en Talara
Escribe: Efraín Trelles
Talara es una punta de la patria bien al norte del Perú. Y para muchos, ser talareño es un motivo de orgullo. Quienes no nacimos en Talara aprendemos rápido a reconocer esa realidad. Y, claro, no falta la pregunta: si yo fuera talareño, ¿cuál sería uno de los principales motivos de orgullo? Felizmente siempre he tenido la respuesta a la mano. Para mí, consistiría en ser vecino del peruano del milenio: don Miguel Grau Seminario, distinguido habitante de El Arenal.
Quizás usted no lo sepa, pero antes de estallar la guerra con Chile, Miguel Grau ya se había retirado de la Marina de Guerra y llevaba años de emprendimiento comercial marítimo. Era un distinguido vecino del norte grande, a punto de convertirse en el pionero de la explotación del petróleo talareño. ¿Cómo así? Acompáñenos en la exploración de un aspecto poco conocido del héroe nacional, que es también motivo de orgullo local.
Esta historia comienza en 1865 cuando Grau, un joven oficial de la Marina de Guerra del Perú, es convocado por el presidente Pezet para encargarle una misión secreta: viajar a Europa y comprar una nave para la Armada. Los españoles surcaban nuevamente nuestra costa al acecho de las islas de Chincha y había que armarse. Hecha la compra de la corbeta “Unión” en Inglaterra, Grau fue apresado a pedido de agentes españoles, pero a los pocos días, tras una audiencia, fue liberado y partió de regreso en la “Unión” por la vía del Atlántico. Estando en costas de Brasil una tormenta tropical destruyó casi todas las naves. El emperador Pedro se asombró de la destreza con que el peruano logró salvar la corbeta y contribuyó a reparar todo el maderamen.
Por fin Grau y la “Unión” dieron la vuelta al estrecho de Magallanes y tomaron rumbo norte por las aguas del Pacífico. En Arica lo esperaba su padre, un colombiano que vino con Sucre, quien lo puso al día sobre los cambios políticos. Había una insurrección contra Pezet, y Grau se sumó a ella con su nave. Fue esa coalición la que obtuvo los triunfos de Abtao y del 2 de Mayo.
Pero el presidente Prado pretendió luego nombrar al norteamericano Tucker como jefe de la Armada y Grau se negó a obedecer a un extranjero. Tras una prisión en el Frontón y un juicio, Grau fue absuelto. Pero decidió abandonar la Marina de Guerra y por los siguientes diez años se dedicó a las actividades propias de la marina mercante. Prosperó. Fue en esas circunstancias que un poblador de Sechura, como ha reportado en su momento German Leguía, prestigiado historiador de comienzos del siglo XX, lo alertó sobre la riqueza del subsuelo, abundante en petróleo.
Corría el año 1876 cuando Grau y sus socios lograron consolidar un fondo de capitales ingleses que permitiría iniciar a la brevedad la explotación petrolera de Talara. Las bien ganadas utilidades del marino mercante y la confluencia de intereses del gran capital tuvieron al peruano del milenio a las puertas de la explotación petrolera en Talara.
Pero sonaron los vientos de guerra y el casi empresario petrolero, uno de los peruanos más grandes de este país, el hombre que todos quisimos ser alguna vez, el gran Miguel Grau, no vaciló en dejarlo todo y ponerse nuevamente al servicio de la patria. Honor y gloria…
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