Las capullanas hicieron historia en Talara y en el norte del Perú
Escribe: Efraín Trelles
Representan un símbolo distintivo de nuestra ancestral cultura tallán, causaron gran admiración a la llegada de los españoles y por mucho tiempo mantuvieron su estatus privilegiado de mando femenino. Son las capullanas. Pero, ¿quiénes eran las capullanas?
Eran lindísimas, de espectacular presencia, rostro bello y enigmático porte. Eran señoras, eran cacicas, eran gobernadoras, ejercían el mando femenino en la costa norte. Más de un español venido con Pizarro enloqueció por ellas. Incluso hay una tradición que alude a la capullana de Pariñas, la cual habría invitado a Pizarro y los suyos a desembarcar y compartir un agasajo. En el desembarco, según algunas fuentes, Pizarro habría perdido su espada, que cayó al mar movido, y la capullana de Pariñas ordenó a expertos buceadores tallanes que la recuperasen, entregándosela después.
Aparte de su belleza indiscutida, las capullanas lucían un traje especial de color negro que también cubría la cabeza. Por su parecido al “capuz” una prenda española de antaño se pensó que el nombre de capullanas les había sido atribuido por los españoles debido al parecido en la vestimenta. Felizmente María Rostworoski aclaró que en verdad el nombre, según comprobó basada en referencias de Catacaos, viene de la antigua lengua tallán. Prestemos atención a las expresiones de la extrañada historiadora. “En efecto, en dicho idioma (Catacaos), se decía al hijo icuchin y a la hija icuchin capuc, o sea que capuc debía indicar el género femenino, mientras los sufijos lla y na eran sufijos añadidos a la raíz que indicaban posiblemente el rango”.
Pizarro continuó navegando al sur, donde otra capullana lo invitó a desembarcar poco antes de Trujillo. La nave prosiguió, dio la vuelta en el río Santa y al volver por las costas trujillanas, un español, Pedro Halcón, pidió permiso para quedarse en tierra pues se había enamorado de la capullana. Ni a palos pudieron hacer entrar en razón. Estaba, según dicen, completamente hechizado.
Las capullanas podían cambiar de marido a su voluntad y cuantas veces quisieran. Ellas se fueron sucediendo hasta bien entrado el siglo XVIII. La referencia más tardía habla de Carmen Colan, capullana con vista al mar, que ejerció el mandato hasta 1871. Ellas mantuvieron sus privilegios femeninos hasta bien entrado el virreinato. El cronista Martín de Morúa cuenta haber visto a fines del XVI o comienzos del XVII uno de aquellos maridos abandonados quejarse amargamente de su desgracia.
Décadas atrás el diario El Tiempo publicó un listado de capullanas conocidas. Son: Muñuc Alac del cacicazgo Muñuela, Shimbi Alac de Simbilá, Puyuntu Alac de Puyuntalá, Urpa de Sondor, Yucur Suntu de Sechura, María Pancatil de Sechura,
Isabel Socola de Socola y María Mecache de Mecache. A todas ellas las saludamos con cariño y admiración. ¡Vivan las capullanas, viva la mujer norteña!