Talara, con los “Guerreros” de la Selección Peruana
Los minutos pasaban y ya uno quería que empezara. “¿Dónde verás el partido?”, era la preguntaba que todos se hacían. Y la respuesta, en la mayoría de los casos, era esta: “En el Centro Cívico, junto a Grau”.
Por eso, desde temprano, los talareños, amantes del fútbol y que no solamente no ven al Perú en un mundial desde hace 35 años, sino que tampoco ven al Torino en primera división desde 1997, se reunieron en el Centro Cívico, donde la Municipalidad Provincial instaló una pantalla gigante.
Nadie pensaba en usar las bancas de concreto para ver el partido. Todos estaban nerviosos. Es cierto no jugábamos bien, pero se mantenía la paridad frente a una gran selección. Los colombianos desbarataban cualquier atisbo de magia hilvanada por Cueva y Carrillo. ¿Habíamos celebrado antes de tiempo? Un hincha, disfrazado de balón había dejado de saltar. Y en el Estadio Nacional, la “redondita” también avanzaba penosamente rumbo al área colocha. Los colombianos dominaban el partido.
La noche caía en Talara. Y también en sentido metafórico. Porque a los 55 minutos del encuentro un derechazo de James Rodríguez, exjugador de Real Madrid, dejaba –en aquel momento- a Perú fuera del mundial. Algunos talareños se agarraban la cabeza de frustración mientras veían en pantalla gigante a Cueva desangelado y casi encorvado por las circunstancias adversas.
En otro lugar de la mancha…
En otro lugar, en el restobar Los Troncos, un letrero blanquirrojo anunciaba que cualquier atisbo de desesperanza estaba prohibido hasta que el árbitro pitara el final del partido. O en este caso, de los partidos. Porque Chile iba perdiendo en Brasil, aunque todavía mantenía una superioridad en goles sobre Perú. En Paraguay, los venezolanos (quizá agradeciendo el haberlos recibido en nuestro país en estos tiempos de crisis interna veneca) vencían a Paraguay.
Pero, la esperanza es lo último que se pierde. Era la fecha para los verdaderos líderes. Mientras Messi anotaba tres goles, Paolo Guerrero, el que nunca jugó un torneo local, pero siente la camiseta como pocos, disparaba un misil heterodoxo para confundir a Ospina y provocar que tocara el balón. Aunque el árbitro había decretado tiro indirecto, ese toque de Ospina habilitaba el tanto.
Al final de la noche, los talareños aún seguían en el Centro Cívico sin sentir el frío, abrigados por un sueño: el de volver a ver a la selección peruana en un mundial luego de 36 años de ausencia. Lo del Torino… puede esperar. Nueva Zelanda… ¡allá vamos!