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El Príncipe de Gales en Talara

Hoy vamos a evocar lo que fue un afortunado acontecimiento en la vida de Talara. La visita del Príncipe de Gales Eduardo de Windsor. Fue un domingo 8 de febrero de 1931 que a bordo del vapor Oropesa procedentes de Panamá arribaron a la bahía de Talara el Príncipe de Gales, futuro Eduardo VIII, y su hermano Jorge, Duque de Kent. Históricamente fue la primera vez que miembros de la familia real británica visitaban el Perú. Según dan cuenta las crónicas de la época en Talara se reunió con súbditos ingleses y sus familias para en horas de la tarde dirigirse hasta Paita en donde abordarían el vapor que los conduciría hacia el Callao.

En Talara, el Príncipe de Gales, Eduardo de Windsor, y su hermano Jorge recorrieron los campamentos petroleros explotados por la London Pacific Petroleum Company cuyos arriendos, tras un diferendo resuelto en el denominado Laudo de París (24.04.1922), pasaron a la International Petroleum Company. Ahí recibieron información pormenorizada del potencial de hidrocarburos en la zona.

No faltaron las amenas tertulias sobre la pesca deportiva del merlín negro, el atún big-eye y el pez espada, abundantes en Cabo Blanco y Máncora. Su alteza degustó los manjares del Pacífico meridional en el almuerzo. Cebiche de mero y filetes dorados de pez espada  con mantequilla y alcaparras. Sin faltar los postres oriundos del país: mazamorra morada y refrescante chicha morada helada preparados por cocineras norteñas.

El itinerario de los ilustres visitantes en el Perú comprendía visitas a Talara, Paita, Callao, Lima, Arequipa, Cuzco y Puno. Según los despachos noticiosos: “En todas partes serán recibidos por ciudadanos británicos, representantes de los capitales ingleses Invertidos en este país, que pasan de 25.000.000 de libras esterlinas, más que los de ninguna otra nación, y que suponen aproximadamente la mitad de todo el capital extranjero empleado en el Perú. De Talara los Príncipes se desplazaron en automóvil a Paita, en la costa Sur, en donde tomarán un barco para la excursión al Callao”.

En Lima, el Príncipe de Gales fue condecorado con la Orden del Sol del Perú por el presidente Luis Miguel Sánchez Cerro, quien luego recibiría el grado de Gran Cruz de la Orden del Imperio Británico. Sánchez Cerro, de acuerdo a numerosos testimonios, habría pedido a los ilustres visitantes se quedasen todo el tiempo que quisieran para evitar a toda costa un alzamiento político en su contra. Es ya famoso el diálogo entre el piurano y su alteza, en la que con piurana espontaneidad Sánchez Cerro le dijo: “Salúdeme a su mamacita”.

También en Lima, el piurano Luis Antonio Eguiguren Escudero, alcalde de la ciudad, recibió en el Palacio Municipal de la Ciudad de Los Reyes al Príncipe de Gales, después Eduardo VIII del Reino Unido. Curiosamente, setenta años después, el hijo del príncipe Jorge, Michael de Kent, visitó el Perú en 2001.

La visita real al Perú, despertó el regusto de los círculos sociales pero también fue ocasión para notas de humor. En su columna de sátira política, Cámara Lenta, Raúl Porras Barrenechea publicó una crónica titulada: ¡The Cholo Boys! el 13 de febrero de1931, con ocasión de la visita del Príncipe de Gales.

En ella escribe: “El incansable imperialismo británico sigue trabajando, sin embargo, para producir nuevas plantas humanas, variedades de las ya aclimatadas en el Perú. En el futuro surgirá aún una clase nueva de cholos y de negros boys, casta de técnicos sajonizados en la lectura de manuales maquinísticos en las bodegas de los transatlánticos o en los pozos de Talara. Y aún una flemática y puritana casta de quechuo-boys britanizados por los evangelistas en las soledades eternamente lakistas de Puno y que acaso nos traigan una técnica renovada del water polo o de las regatas en caballitos de totora.”

“Por todo eso ha sido tan cariñosa la recepción a los príncipes de Windsor. Y ha sucedido que éstos se encuentren en un ambiente casi nacional en el que es fácil y agradable prolongar la estada ceñida a un programa protocolar poco previsor de las efusiones familiares. Pero de todos modos la despedida será sentimental. Los peruvian gentlemen que hayan intimado con el Príncipe, o por los menos con las fotografías y anécdotas de éste, concurrirán en masa al aeródromo. Y entre hurras y abrazos se le despedirá melancólicamente. Y acaso uno de nuestros más confianzudos británicos se atreva a decirle, desde el fondo de su impermeable de automovilista:

- Good bye Edwards.

A lo que el Príncipe emocionado podría contestar:

- Farewell my dear cholo-boy.

Históricamente Gran Bretaña, como lo evidencian los cruceros Almirante Grau de 1906 y 1958, era un importante socio estratégico de la Armada Peruana en la primera mitad del siglo veinte, las visitas de almirantes británicos se mantendrán hasta la década de 1960, incluyendo dos distinguidos marinos miembros de la familia real: Felipe de Edimburgo, actual esposo de la reina Isabel II (1960), y Louis Mountbatten, último virrey de la India y conde de Birmania (1962).

El programa oficial del recibimiento en Lima fue opulento: recepciones ofíciales, banquetes y un baile en el Club Nacional, en donde se albergaron los Príncipes. Estos visitaron el palacio de Pizarro, la Catedral, la Universidad de San Marcos, la más antigua del hemisferio, y otros edificios coloniales. Después de una estancia de tres días los Príncipes se embarcaron en Callao el día 12 de febrero, para Mollendo. De allí marcharon a Arequipa, realizando el viaje por el ferrocarril meridional del Perú, de propiedad británica.

Arequipa, fue la primera ciudad del Interior que visitaron los Príncipes. De Arequipa se dirigieron al Cuzco, sede de la antigua civilización Inca y preinca. Desde Cuzco, los regios visitantes, se dirigieron por tren a Puno en donde emprendieron una excursión en un vapor que tiene casi las dimensiones de un trasatlántico por el inmenso lago Titicaca en el corazón de los Andes.

El lago situado a 12,500 pies de altura fue navegado en un  vapor de travesías de 228 pies de largo. La construcción de esta embarcación se realizó gracias a la diligente empresa de conducir pieza por pieza hasta  lo alto del lago navegable más grande del mundo. Después una noche a bordo del Titicaca los príncipes y sus acompañantes desembarcaron en Guaqui en la costa de Bolivia y desde allí marcharon a La Paz. Sin duda, fue un maravilloso recorrido por el Perú desde Talara, en el norte, hasta el sur en el corazón de los andes.